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Foto del escritorAldoga

La organización que aprende o el camarote de los Hermanos Marx


Son los centros los encargados de llevar a cabo el desarrollo educativo. En ese camarote que conforma la institución, entran en juego un conjunto de situaciones: los profesores con destino definitivo, los interinos, los sustitutos, los de apoyo, los trabajadores sociales, el alumnado y sus familias, el departamento de orientación, secretaría y conserjes, el equipo directivo, el servicio de inspección, el de formación... ¿Cómo se ordena y coordina toda esta amalgama de personas y funciones para que no parezca el camarote de los hermanos Marx? La tarea no es pequeña.

La escuela está marcada por una cultura determinada aunque no esté definida ni explícita. Tiene una forma de obrar y transmite una imagen concreta al entorno, sea cierta o no, a través de sus normas, creencias, valores, uso de los espacios, funcionamiento de los departamentos, el estilo de dirección, la forma de entender el currículum, etc. Si queremos que la misión de los centros sea contribuir a la mejora de la sociedad a través de la formación de ciudadanos libres, críticos y responsables, debemos convertir a los centros en organizaciones que aprenden para alcanzar, a través de la reflexión y el análisis continuo, tales metas.

Para todo ello, contribuye de gran forma tener un liderazgo democrático fuerte que sea capaz de fomentar la participación, la coordinación y el compromiso de toda la comunidad educativa. Fomentar una cultura colaborativa es la base para la creación de un centro con identidad propia. Seremos lo que todos queramos ser. Y una forma de establecer cauces colaborativos será a través de crear proyectos de centro que permitan una red de trabajo, motivación e investigación donde el aprendizaje compartido logre una institución más efectiva, coordinada y coherente.

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