Si a nuestro "trabajo", a nuestra "ocupación" (que nos exige de por sí tener un conocimiento múltiple de la profesión) le añadimos un compromiso ético, habremos abierto el camino para reconocernos a nosotros mismos y a los demás como profesionales dentro de una categoría social.
Esta construcción de la identidad docente nos pedirá, entre otras cosas:
-Que busquemos siempre el perfeccionamiento y la actualización continua.
-Que mantengamos una motivación permanente.
-Que apliquemos una reflexión crítica y compartida a nuestra tarea.
-Que seamos docentes investigadores y trabajemos en equipo.
-Que nuestro saber vaya más allá de la materia concreta para poder ampliar saberes específicos y didácticos, manejando recursos variados, que tengamos conciencia social, respeto por los valores, que utilicemos el entorno como fuente de información y aprendizaje, que demostremos capacidad afectiva.
¿Serán todos estos elementos suficientes para crear nuestra propia identidad docente o podemos llegar a pensar que nos exigimos demasiado?
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