Ya la Escuela Nueva postulaba la necesidad de abrirse al entorno, de investigar fuera del aula, de conocer y trabajar la realidad que nos rodea. De este modo, la ciudad, el municipio tiene que convertirse en el gran libro de texto que aporte saberes y experiencias dentro del currículum porque es sin duda un espacio educativo muy rico y diverso. Cuando la ciudad se abre en toda su extensión (no solo física sino atendiendo a su funcionamiento) es cuando se empieza a conocer la realidad y a ser parte del currículum escolar porque conforma nuestros aprendizajes. “Cada tiempo de dudas necesita un paisaje” dice García Montero. La ciudad está llena de narrativas, de biografías, de significaciones, de líneas rectas y curvas, de palabras, de gestos, de experiencias, de relaciones, de costumbres y tradiciones, de historia, de diversidad; es el conflicto, el encuentro, el diálogo lleno de riesgos y de seguridades. Hoy los niños viven en espacios cerrados, se trasladan en coche, pasan el tiempo libre en los centros comerciales, con el móvil, en la televisión… La ciudad nos manda mensajes que nosotros tenemos que descifrar para conformarnos como seres que aprenden. Entender la ciudad es conocernos a nosotros mismos y a los demás. Deberíamos acortar la distancia que hay entre el currículum escolar y las actividades extraescolares para formar un conjunto integrado donde el alumnado puede participar, conocer, reflexionar y decidir sobre todo lo que le rodea, vive y le conforma. La vida cotidiana está llena de saberes, de procesos, de experiencias, de subjetivación, de búsqueda, de descubrimiento, que superan los contenidos de cualquier libro de texto. Pero el verdadero reto no es dejarse llevar por la ciudad que actualmente impera. Leer y conocer la ciudad nos tiene que llevar a una reflexión global de qué mundo queremos. Para saber más hay que seguir las publicaciones de Jaume Carbonell y Jaume Martínez Bonafé.
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