Me transformé en una figura de libro arrastrada por cien caballos a la deriva… Hay dos puertas que te llevan a la verdad y una sola oportunidad para abrirlas. Ten cuidado, gritabas desde el vértice de la vida. ¡No abras la que te pueda sumergir en los sueños cargados de sombras y vacíos! Incapaz de tomar una decisión, me quedé allí paralizado cuando ya la ciudad anochecía empañando las luces de las farolas. A esas horas, la existencia se convertía en un mero cuadrado sin símbolos, sin aros mágicos; en una historia gris, en el reflejo de una luna oxidada… ¡Qué frío es el tiempo sin una mirada, sin unos labios comestibles que habiten en el reino de la infinita posibilidad! ¡No luches por encontrar a los dioses!, balbuceé sin convencimiento. Pero ahora, antes de morir, descarga sobre mí tu corazón…
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